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Proceso Creativo

El texto Una Sinfonía Universal comenzó a gestarse en el marco de la materia Cuerpo y Nuevos Medios, dirigida por el profesor Mateo Mejía. En ese proceso inicial, trabajamos a partir del texto “58 indicios sobre el cuerpo” de Jean-Luc Nancy, el cual me impactó no solo por el contenido de sus reflexiones sobre el cuerpo como un espacio de apertura y relación, sino también por la estructura fragmentaria en la que se presenta. Esa forma de escritura, hecha de pequeños destellos que dialogan entre sí sin imponer un único hilo narrativo, despertó en mí una manera nueva de pensar y construir el texto.

Inspirada por esta estructura abierta y por la idea del cuerpo como vibración colectiva, escribí una primera versión de Una Sinfonía Universal, donde cada ser humano aparecía como una nota dentro de una melodía común. Más adelante, en la materia de Filosofía de la Naturaleza, el encuentro con las ideas de Henri Bergson y su obra Materia y Memoria dio un nuevo impulso al proyecto. La reflexión sobre la memoria, la percepción y la duración (durée) profundizó mi comprensión: la sinfonía no era solo corporal, sino también temporal, tejida por la memoria viva que conecta el pasado con el presente en un flujo continuo.

Así, Una Sinfonía Universal se fue transformando en un tejido de cuerpos, memorias y tiempos entrelazados. No era solo un texto: era un eco, una vibración, una respiración común. Entre la filosofía, el arte y la vida, surgió una composición donde cada diferencia no separa, sino que suma nuevos acordes a una melodía infinita. En ese espacio compartido, el teatro y la existencia misma laten como una música que nunca termina, una sinfonía que seguimos escribiendo con cada gesto, cada palabra, cada mirada.

Juanita Jacobsen G.
Filosofía de la Naturaleza
Docente: Santiago Garcia A.
Entrega final

“La Sinfonía Universal”

Nosotros, como seres humanos, somos tanto artistas como espectadores en el vasto y
complejo escenario de la vida, creando juntos una sinfonía universal en la que cada
voz, cada vibración, cada tono y cada textura se entrelazan para formar una melodía
compartida. Cada uno de nosotros, con nuestras singularidades y perspectivas
únicas, es una nota dentro de una composición que trasciende el tiempo y el
espacio. A través de estos gestos y actitudes, declaramos nuestra intención de
vivir con una conciencia profunda y despierta de la conexión inquebrantable entre
todas las almas, reconociendo que lo que nos hace distintos también nos hace
intrínsecamente parte de un todo. Abrazamos nuestras diferencias no como barreras,
sino como elementos esenciales que enriquecen una realidad más amplia y unificada,
donde la diversidad no es una contradicción, sino una manifestación de la riqueza
de la experiencia humana.

En esta sinfonía de la existencia, nos comprometemos a vivir en armonía con lo que
nos distingue y nos une, a aceptar y valorar la transparencia del escenario en el
que nos desarrollamos. A medida que nos movemos por este espacio común,
comprendemos que cada paso que damos, cada palabra que pronunciamos, cada acción
que emprendemos, tiene el poder de influir en la melodía global. Por ello, somos
conscientes de que cada nota que emitimos, cada sonido que creamos, forma parte de
una obra mucho mayor, más allá de nuestra comprensión individual, que se despliega
y se enriquece con cada momento vivido.

En la diversidad de nuestras voces, tejemos una única y poderosa canción: la
canción de la humanidad, que resuena a través del tiempo y el espacio, uniendo
nuestros corazones en un canto común de esperanza, amor y unidad. Esta canción no
es solo una expresión de lo que somos, sino también una invitación a trascender las
fronteras que nos separan, a comprender que en nuestra unión radica nuestra fuerza.
Así, al sumarnos a esta melodía colectiva, cada uno de nosotros se convierte en un
portador de luz, un creador de armonía, y juntos tejemos una sinfonía de vida que,
aunque diversa, es indivisible en su esencia.

A continuación podrán experimentar una variedad de indicios los cuales activan esta
nueva escucha entre nuestras comunidades y nos ayudan a reflexionar sobre el ser
humano y su insignificante propósito.

Indicios
Una Sinfonía

1

A continuación podrán experimentar una variedad de indicios los cuales activan esta
nueva escucha entre nuestras comunidades y nos ayudan a reflexionar sobre el ser
humano y su insignificante propósito.

2
Es responsabilidad del artista dejar estos secretos hablar, para que alguien más
pueda comprender, pueda realizar, que no estamos tan solos como nos gusta imaginar.

3
Dentro de nuestras burbujas esta nuestra frágil realidad, es lo que identificamos
como nuestra única verdad, pero al poner un poco más de atención, esas diferentes
burbujas son realmente solo una, pero con diferente vibración.

4
Realizar que tu palabra resuena con la mía, que tus texturas se han entrelazado en
mi día a día. Que tus colores ya los había visto, ya los había reconocido, porque
en algún momento de mí habían salido. Realizar que no somos tan diferentes como
pensábamos, solo que diferentes circunstancias hemos pasado.

5
El escenario, la transparencia de un escenario. Una verdad expuesta para que la
observen, expuesta a que la critiquen por diferentes miradas y por diferentes
realidades, pero que vienen de una sola transparencia, tal vez vienen del mismo
comienzo, ¿será que nos daremos cuenta?

6
Dentro de la transparencia en un escenario, algo inusual suele ocurrir, ya que,
dentro de esta única realidad, las verdades y realidades concretas que uno
detalladamente elige se difuminan, se transforman, se unen entre ellas para dar a
luz a nuevo ser, un nuevo espacio, un nuevo tiempo, una completa y nueva realidad,
en donde nuestras diferencias no nos distancian, pero se entrelazan entre ellas
para mostrarnos que venimos del mismo lugar.

7
Las melodías del alma resuenan en cada esquina de nuestro universo,
desorganizadamente rebotando, deseando algún espectador, deseando algún
reconocimiento.

8
Somos versos entrelazados en el poema universal del tiempo. Somos el reloj que le
gusta apurar, somos la tela en donde se cose el destino de nuestro andar y somos la
aguja que decide a donde apuntar.

9
El alma, nuestra esencia, nuestro ego, nuestros deseos, nuestra impureza. El humano
no es puro, pero tampoco es oscuro, no es maldad, no podría serlo, aunque es
difícil que el humano veo esto.

10
Detallando minuciosamente nuestras diferencias y poniéndolas todas de un lado al
otro, veremos que, en sus diferentes circunstancias, tradiciones, envolturas y
colores, somos todos humanos; perfectamente imperfectos en nuestras vibraciones.

11
Qué curioso, pues ahora entiendo la facilidad de distanciar. Nos distanciamos para
protegernos de lo que no entendemos, distanciamos personas, objetos, sensaciones y
de más, distanciamos todo lo que no encaja en nuestra perfecta y frágil realidad.
Somos los jueces y los abogados de nuestra burbujita que no queremos explotar,
somos tan diferentes como cada uno se lo quiere imaginar. Nos quedamos atrapados en
una realidad que nos define como diferentes hacia los otros, sin querer aceptar,
que, en el fondo, lo único que queremos es amar.

12
En una Orquestra sinfónica habrá instrumentos de viento madera, y viento metal.
Habrá instrumentos de percusión y otros de cuerda, separados por tamaño y
velocidad. Habrá un teatro para todos los espectadores, con techos tan grandes para
poder admirar, no solamente la arquitectura, pero la luz que deja iluminar.
Iluminara no solo la orquestra, pero las diferentes esquinas donde el sonido suele
rebotar, tanto el detalle es, que hasta la mugre suele oírse al respirar. Todos
estarán componiendo, escuchándose al tocar, siendo guiados por el director, creando
una sinfonía universal. A esto lo llamo vida o pues puede ser esto muy similar, es
una batalla de constante amor y aceptación hacia las diferencias de los demás, para
crear una orquesta sinfónica que todos puedan escuchar.

De los tres autores mencionados –DeLanda, Bergson y Agamben–, el elegido para esta reflexión es Henri Bergson, el cual resuena conmigo profundamente ya que conecta conmigo en una visión personal y profesional. Yo, Juanita Jacobsen, actriz, escritora en formación, fanática de la poesía y adicta al existencialismo puedo conectar y resonar con su enfoque en la memoria, el tiempo y la percepción. Esto lo convierte en una figura clave para explorar cómo el arte escénico y la vida misma pueden ser entendidos como expresiones colectivas de nuestra interconexión esencial.

La conexión entre Henri Bergson, su texto Materia y Memoria, y mi discurso personal sobre la humanidad como una sinfonía universal, reside en la idea de que la memoria, la percepción y el tiempo son elementos esenciales para comprender nuestra experiencia compartida y nuestras diferencias como humanos.

En Materia y Memoria, Bergson nos habla de cómo el pasado no es algo fijo ni archivado, sino una fuerza viva que se entrelaza con el presente para dar forma a nuestra percepción. Esta interacción no solo define nuestra individualidad, sino que también nos conecta con los demás a través de un flujo continuo de experiencias que trascienden el tiempo. Cuando actuamos o creamos en un escenario, activamos esta memoria pura: gestos, palabras y emociones que provienen de algo más profundo que el presente inmediato, evocando resonancias universales.

El texto personal titulado “Sinfonía Universal” es una reflexión propia que comencé en una clase de artes escénicas llamada Cuerpo y Nuevos Medios. En este texto, posicionó a cada ser humano como una nota dentro de una composición más grande. Las diferencias entre nosotros no son divisiones, sino variaciones en una melodía común. La visión de Bergson, con su enfoque en la duración (durée) y la fluidez del tiempo, resuena en esta metáfora, invitándonos a pensar en la humanidad no como fragmentos aislados, sino como parte de un todo dinámico. En el arte escénico, esta idea se traduce en un espacio donde las historias individuales dialogan con la colectividad, donde las diferencias de cada actor, creador o espectador se convierten en vibraciones que enriquecen la totalidad.

La sinfonía universal mencionada en el texto no solo refleja un ideal de unidad, sino que también reconoce la tensión y la fragilidad inherente a nuestras relaciones humanas, un aspecto que Bergson también aborda al tratar la subjetividad del tiempo y la percepción. El escenario, en este sentido, se convierte en un lugar de transparencia, como se señala en los “Indicios”: un espacio donde las burbujas de nuestra individualidad se fusionan y transforman en algo nuevo, trascendiendo nuestras barreras internas y externas.

En conclusión, al integrar el pensamiento de Bergson, el arte escénico y la visión de la humanidad como una sinfonía, comprendemos que cada gesto y cada palabra forman parte de una obra más grande. En este tejido colectivo, las diferencias no separan, sino que aportan texturas y colores únicos a una melodía compartida. Así, el teatro y la vida misma se convierten en actos de memoria y percepción, donde cada individuo contribuye a la creación de un mundo más consciente, empático y unificado.